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La teoría del tejido costoso

Cerebro humano
En 1891, el antropólogo y anatomista Sir Arthur Keith había observado que en los primates existe una relación inversa entre el tamaño del aparato digestivo y el tamaño del cerebro. En 1995, los antropólogos Leslie Aiello y Peter Wheeler para dar una explicación a este hecho crearon la teoría del tejido costoso.

Esta teoría sostiene que el cerebro es uno de los órganos más costosos en el metabolismo, es decir, uno de los que consume más energía. Aunque sólo supone un 2 % del peso total, consume un 20 % de la energía en reposo. De esta manera, su aumento de volumen requerirá una reducción de otro órgano que consuma energía.

En los humanos, los órganos energéticamente más costosos son el corazón, los riñones , el cerebro y el sistema digestivo, formado este por el tubo digestivo más el hígado. La tasa metabólica basal del organismo es el gasto energético por unidad de tiempo, necesario para mantener las funciones vitales de un individuo en reposo. El cerebro supone el 16 por ciento de esta y el tubo digestivo, un porcentaje próximo, el 15 por ciento. El índice de encefalización, que corresponde a grosso modo al tamaño del cerebro, en el ser humano es bastante superior que el que correspondería a un primate de nuestro tamaño, y en la misma proporción, el tubo digestivo humano es menor que lo que le correspondería.

Por estas razones, la expansión cerebral en el género Homo fue posible por un acortamiento del tubo digestivo. La longitud de este depende del tipo de alimentación. En los carnívoros es menor que en los herbívoros porque la carne es más fácil de asimilar que los alimentos vegetales ricos en celulosa.

Hace unos 2,5 millones de años se produjo un cambio climático con un enfriamiento general del planeta. En el Este de África, las formaciones herbáceas y sabanas se expandieron, mientras que la superficie de selva disminuyó. Esto va a promover cambios evolutivos en los homínidos.

Uno de ellos será el que tomen los parantropos o australopitecinos robustos, una especialización de su aparato masticador para alimentarse de los vegetales duros, aunque nutritivos, de la sabana. Su cerebro no experimentará el mismo desarrollo que el los Homo. Estos, en cambio, optarán por consumir productos de más fácil asimilación y poder calorífico, como grasas y proteínas animales, al principio como carroñeros y más tarde como cazadores.

Este cambio en la dieta debería haberse traducido en una adaptación de la morfología dental que no se produce ¿por qué? La explicación estaría en que Homo usa herramientas externas, extracorporéas, para facilitar su alimentación, consistentes en cantos y piedras talladas.

Aiello y Wheeler afirman que todo esto no quiere decir que el cambio de dieta produjera automáticamente un aumento del tamaño del cerebro, pero que el hacerse carnívoros para el desarrollo del cerebro y la inteligencia fue un paso necesario.

Otro aspecto importante, aunque no está clara su aparición sería el uso del fuego, ya que sería un elemento esencial para poder sobrevivir en la sabana abierta, ya que habría permitido mantener alejados a muchos depredadores nocturnos, sustituyendo así al refugio que proporcionaban los árboles.

Mientras los Homo se expandieron y desarrollaron, los parantropos o australopitecinos robustos desaparecieron hace 1 millón de años. Posiblemente su nicho ecológico se fue reduciendo, con la competencia de papiones y geladas y también de nuestros antepasados humanos.

La agricultura, actividad humana destinada a la alimentación y que surge en el cuatro milenio antes de Cristo, se sustenta en gran medida en productos vegetales, en cierto modo, no muy distintos de los que consumían los parantropos. Sin embargo, hay una gran diferencia, ya que las duras semillas de cereales y leguminosas no las comemos crudas, sino procesadas (harina, pan) o cocidas, y los frutos con cáscara no los partimos con los dientes, sino con herramientas. No era volver a la dieta de los parantropos, sino tener la posibilidad de la alimentación asegurada.

Esta teoría ha sido cuestionada por investigadores de la Universidad de Zurich. Estos investigadores, a través del estudio de numerosos especímenes de zoológicos y museos, han llegado a la conclusión de que los mamíferos con cerebros relativamente grandes, en realidad, tienden a tener un tracto digestivo algo más grande. Entrarían a formar parte del desarrollo del cerebro otros factores, como el incremento de la cantidad de energía por un aumento de la calidad de la dieta, al incorporar grasas y proteínas naturales, y optimizar la energía disponible reduciendo los gastos energéticos de locomoción por bipedalismo y los de reproducción, aumentando la longevidad y alargando el periodo del desarrollo.


Temas de Paleontología Humana (Paleoantropología)

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